¡Helao helaítooooo! ¿Tomamos un heladito? Lo más probable es que la respuesta sea: ¡sí! Y es que en Chile amamos los helados, tanto así que lideramos el consumo de este a nivel latinoamericano. Por eso, porque nos gusta tanto y este calor lo pide, hoy te contamos más sobre la historia de esta maravillosa creación.
El helado es sinónimo de pausa, de premio y de disfrute. De niños lo amábamos, apostábamos por el envasado, de agua, y los clásicos ochenteros y noventeros que hoy siguen vigentes y saboreamos con nostalgia. En paralelo, la cultura de la heladería artesanal se fue desarrollando hasta alcanzar su pic el día de hoy.
El mundo de la heladería -y todo lo que implica- es todo un ritual. En cada detalle hay información que podría dar para un estudio sociológico: están los que son fieles a su sabor, los clásicos “cassateros” (vainilla, chocolate, frutilla), y los que se atreven a sabores nuevos. Están los que lo piden en vasito y en cono. ¡Cuánta vida hay en una heladería!

No importa la temporada del año, los chilenos lideramos por lejos el consumo de helado en Latinoamérica. Así lo demostró un estudio de la consultora norteamericana Euromonitor Internacional, donde se revela que somos definitivamente buenos para los helados.

Un poquito de historia heladera
Quizá ni lo sospechabas, pero el helado es un invento culinario súper antiguo. Y como suele pasar en estas cosas, hay varias teorías y líneas que buscan situar dónde, cuándo y quién fue el creador de esta maravilla.
Hay quienes le atribuyen la creación inicial a los chinos. De hecho, se puede leer en las bitácoras de Marco Polo, que en sus travesías por China contaba que se añadían jugos de fruta y leche al hielo 2000 años a.C.
Por otra parte, se dice que el rey de Macedonia, Alejandro Magno, y el emperador romano Nerón, helaban sus jugos de fruta y sus vinos con hielo o nieve traídos de las montañas por sus esclavos.

Más avanzada la historia, durante la Edad Media, en las cortes árabes se preparaban productos azucarados con frutas y especias enfriadas con hielo de las montañas. A esta mezcla se le llamaba -en árabe- sharbat. Esta palabra pasó al turco como “şerbet”, de ahí proviene el término que usamos: “sorbete”.
La máquina heladera
En el año 1660, el italiano Procopio inventó una máquina que homogeneizaba las frutas, el azúcar y el hielo, con lo que se obtenía una verdadera crema helada, ¡similar a la que hoy conocemos! Procopio abrió en París el «Café Procope», donde además de café se servían helados, y así está maravilla fue ganando fama. De aquí viene la mundialmente conocida fama heladera de los italianos.
Durante muchos años, los heladeros italianos guardaron celosamente el secreto de preparación de los helados, aunque como vendedores ambulantes lo difundieron por toda Europa. Para el siglo XVIII, las recetas de helados empezaron a incluirse en los libros de cocina.

La historia sigue y el mundo de los helados crece y se reinventa una y otra vez, llegando a cubrir demandas de públicos más exigentes y con gustos más refinados y especializados. Así hoy vemos un mercado del helado en pleno auge y para todos los gustos: cremosos, artesanales, libres de gluten, veganos, vegetarianos y la lista sigue.
¡El helado es mundial! tanto así que fue declarado Patrimonio Inmaterial de la UNESCO.
Otro dato importante
¡El helado es una fuente natural de felicidad! Esto es por su alto contenido en triptófano, un aminoácido que nos hace ser felices”. Imagínate si a esto le sumas la posibilidad de apoyar una causa solidaria, sería fantástico ¿cierto?
Te invitamos a conocer la Historia con Sabor de Gigibontá, una gelatería italiana ubicada en Peñalolén y liderada por Stefano Magi. Helados solidarios bajo el manto de la Comunidad Papa Giovanni XXIII, con el fin de apoyar a personas con vulnerabilidad social a través de distintas iniciativas.
En Chile probablemente seguiremos liderando el ranking de los que más comen helados, porque además, estamos siendo testigos de cómo este rubro se reinventa y sorprende con apuestas que dan ganas de probar.

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