Atendido por sus propios dueños, Sara Jaques y Reinaldo Rodríguez, Monte Rosa representa esos sabores que te transportan a la infancia. Es de esos lugares míticos que mantienen sus puertas abiertas y su barra a disposición tras seis décadas de cazuelas, charquicán, terremotos y borgoñas sobre la mesa… “Comida casera, con cariño y buenos productos. La calidad, el sabor y la buena atención, eso es lo que importa”, afirma Doña Sara, sosteniendo en el tiempo una propuesta enjundiosa que brilla por la “mano de abuelita” en sus recetas. En el Mes de la Cocina Chilena, te invitamos a disfrutar el menú de su Historia con Sabor.
Hace unos días celebramos el Día de la Cocina Chilena. Por lo mismo, qué mejor momento para dar un reconocimiento a esta tradicional picada que se encuentra en el corazón de Santiago Centro. Ubicada a pasos del metro Santa Lucía y con más de 60 años de Historia con Sabor, Monte Rosa es de esos restaurantes infaltables que hay que visitar.
Se trata de esos sitios que muchas veces no aparecen en las guías gastronómicas, pero sí guardan un espacio en la memoria de quienes saben de picadas. Un comedor decorado con antiguos cuadros que les han ido regalando. Simple y acogedor, con una amplia variedad de público, tanto de jóvenes estudiantes como de antiguos vecinos de la zona y parroquianos de antaño; incluso la actual alcaldesa de la comuna, Irací Hassler, ha ido a probar la comida casera de Monte Rosa.
Haroldo Salas, conocedor de picadas por excelencia y uno de los fundadores del proyecto, Los Bares son Patrimonio, fue el primero en invitarnos a conocer la historia de este local en el contexto de una colaboración dieciochera que publicamos meses atrás.

La mano y sabor de su madre como herencia
Con un cariñoso abrazo, reflejando la calidez de las cazuelas y porotos de su local, nos recibe Sara Jaques. Doña Sara, la Sarita, una de las dueñas de Monte Rosa. Si bien es oriunda de un pequeño pueblo de Talca, Curtiduría, gran parte de su infancia la recuerda en la comuna de San Ramón. Llegó a la capital con su familia en busca de mejores oportunidades laborales en los años 70’. A su querida madre, María Araya, la describe como una mujer amante de la cocina.
“De la nada te hacía una empanada. Si había un tarro de atún y llegaban visitas, en un ratito hacía un pino súper bien trabajado, y con una masa exquisita. Una de mis hermanas, Miriham Jaques, heredó su mano y es quien actualmente se hace cargo de la cocina”.
De los cuatro hermanos que conforman su familia, esta última es quien heredó la mano de su madre. “El costillar, las pantrucas, el pollo arvejado, los porotos granados, casi todo le queda igual que a mi mamá”, refleja con una sonrisa que saborea todo lo preparado por su hermana.

Más de medio siglo de historia
Monte Rosa hace alusión al Massiccio del Monte Rosa, perteneciente a la cadena de los Alpes Peninos en territorio itálico. Fue fundado por Don Gino, conocido popularmente como “El Italiano”. Tras ocho años de su apertura, este último presentó problemas de salud y se devolvió a su país; vendiendo su local a un amigo, quien lo administró durante 35 años.
Posteriormente tomó la batuta Don Pepe, quien sigue yendo una vez a la semana a tomarse su buen combinado. Estuvo a cargo durante 5 años, pero el horario reducido (de 13:30 a 22:00 hrs) y la poca variedad de productos lo obligó a vender. Como resultado, dejó un local con clientes desencantados que habían emigrado a otros restaurantes vecinos, con un reto por delante para volver a posicionarse como el preferido de la zona céntrica de la capital.

La cocina como escuela y como destino
María Araya -la madre de Sara- trabajó en la Junta Nacional de Auxilio Escolar. Le cocinaba a los niños e incluso les daba para llevar. “De la directora para abajo iban a almorzar con ella”, relata orgullosamente su hija. Doña Sara, entró al mundo de la cocina recordando aquellos momentos en los que veía a su madre preparar todo tipo de platillos. Tras salir del colegio, trabajó durante 8 años en los Café Santos y por 12 años en los Café Coppelia, dedicándose a diversas labores.
Por su parte, su pareja y compañero en esta aventura, Reinaldo, ya tenía experiencia en el rubro. “Su papá siempre tuvo negocios. En los 70-80’ abrieron un casino de comidas cuando recién se formó Falabella. Él era administrador y cuando empezó el golpe, la época los llevó a tener una picada clandestina en Matucana donde comercializaban productos como conejos en escabeche y prestaban un espacio de entretención”.
Previo a Monte Rosa, Reinaldo estuvo a cargo de un restaurante junto a su hermana en el Portal Edwards, El Danés. Gracias a un amigo que tenía un restaurante en la calle San Antonio, llegó al dato de que Monte Rosa estaba en venta y, junto a Sara, tomaron la decisión de convertirse en los protagonistas de un repunte glorioso de esta picada.

Cuarta generación del Monte Rosa
En sus inicios, estos flamantes emprendedores asistían como clientes al Monte Rosa. Junto a sus amigos, para disfrutar un buen chacarero y un vaso de cola de mono. Fue en 2009, que se convirtieron en los cuartos dueños de este tradicional restobar. Momento en el que aún contaban con la presencia de uno de sus históricos garzones, José (Don Pepito), y la maestra de cocina, la señora María; quienes habían entrado juntos a trabajar al local en 1965, por lo tanto conocían todo el tejemaneje.
Gracias a ellos, Sara pudo empaparse de la esencia inicial del restaurante y la dinámica que sostenían: “Yo mantengo todas las recetas que ella me enseñó. Cómo se macera el borgoña, la receta del cola de mono… Y eso que no se la enseñaba a nadie. Esta última la aprendió de Don Gino y me la enseñó a mí los últimos días antes de que se fuera. Me dijo: usted no se la enseñe a nadie nadie”, recuerda entre risas.

Sin duda, fue un desafío volver a conquistar a la clientela, pero gracias al boca a boca y el despliegue de Don Pepito como garzón, lograron re-encantar al público. Las claves, estuvieron en implementar un horario más amplio y añadir ensalada y postre a los almuerzos. Y por supuesto, “la mano de abuelita” de la maestra de cocina, Doña Miriham, que volvió a preparar los platos característicos que se habían dejado de hacer; carne mechada, el costillar, el pescado frito, la cazuela y los porotos granados, con el ingrediente mágico del amor en cada receta.
Los sándwiches y las tablas de picoteo también se volvieron a posicionar en la carta. “Nosotros le agregamos más cosas. Por ejemplo, antes hacían una tablita que traía vienesa, queso, pernil y aceituna. Ahora le agregamos tomate, palmito y palta. Hay una chica que es para 4 personas y otra grande que puede ser para 6 u 8 personas, y va con pancito tostado y pebre”.
Los clientes del Monte Rosa son prácticamente parroquianos, devotos del lugar. Una picada para comer bien, divertirse y disfrutar de sus diferentes brebajes. Sí pasas por la noche y sus cortinas están abajo, no dudes en golpear. ¡Una grata sorpresa te puedes llevar!

La familia del Monte Rosa, un restobar patrimonial
Pasar de ser clientes a dueños del restaurante no fue “pega” fácil. Al tomar la batuta de este emprendimiento, Doña Sara debió hacer un poco de todo; encargar los pedidos, desempeñarse en la caja… “Incluso los dos primeros años en Monte Rosa, también estuve haciendo turnos a la mañana en el Coppelia”, agrega, destacando la confianza que depositó en el núcleo familiar para afrontar diversas tareas.
Miriham Jaques es la cocinera estrella y heredera de los sabores de su madre. Su ayudante de cocina es Margarita Bascuñán, amiga de la familia hace años. Su hermano, Florentino Jaques, trabaja como garzón a la par de Eugenia Jaques y Mónica Manríquez. La mano derecha del negocio es María Riquelme -sobrina y ahijada de Sara y Reinaldo- haciéndose cargo de las reservas y del Instagram también.

La mesa está servida
Durante la pandemia, la necesidad de trabajar reunió al equipo para entregar almuerzos a domicilio entre los vecinos del sector. En pleno confinamiento, Sara salió a tocar puertas. “Acá hay harto vecino joven y antiguo de alrededor, que vienen todos los días. Yo empecé a ir a verlos, a tocarles la puerta para decirles: les puedo venir a dejar almuerzo y sándwiches. Hice el recorrido de todas estas cuadras a la redonda”.
Con ese mismo cariño y dedicación, Doña Sara nos agasajó con el menú del día. Una cazuela de vacuno, con ese sabor casero que le otorga un buen fondo de verduras y el corte cazuela que denominan los carniceros entendidos en el tema. Porotos granados que no pararás de cucharear junto a un pancito con pebre. Un contundente plato de pollo arvejado con puré, y el infaltable charquicán con huevo frito. Para nosotros, la estrella del menú.


Para terminar, degustamos en barra una trilogía de clásicos nacionales: un cola de mono, un terremoto y un borgoña con frutillas maceradas a la perfección. Qué ojo, a futuro podrían formar parte de una tentadora idea de helados artesanales que están barajando.
¡La actualidad de Monte Rosa representa una verdadera fiesta en el centro de Santiago, tal como su propuesta! Hoy en día, es parte del proyecto de Los Bares son Patrimonio; que en conjunto con la Municipalidad de Santiago, busca rescatar y valorizar restaurantes, boliches y cantinas emblemáticas del sector.

Sin dudas, un dato imperdible en el corazón de la capital. Comparte esta Historia con Sabor de Mango Merkén con tus amig@s como una invitación para visitarlo.
Dirección: Av. Santa Rosa 45, Santiago Centro
Horarios: lunes a sábado de 13:00 hrs a 03:00 AM
Instagram: @monterosa.chile / Teléfono: +56 9 33084796
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