Buscando sabores únicos, llegamos a una novedosa propuesta “destilada” en pleno Barrio Franklin. Gin Pajarillo, es el emprendimiento de Eduardo Labra y Camilla Angelini, que busca rescatar botánicos propios de la ciudad para crear un producto artesanal y capitalino. Como equipo de Mango Merkén nos pusimos el traje de bartenders y les preparamos esta nueva HISTORIA CON SABOR, te invitamos a degustarla.
Cuatro hielos, una rodaja de naranja. Un par de medidas de gin y una tónica de calidad. Así nos recibe el equipo de Gin Pajarillo en lo que denominan su propio laboratorio de destilación.
Eduardo, socio y maestro destilador, arquitecto de profesión, padre de Romano y Santino, viene de una familia de pasteleros, panaderos y chocolateros. Su papá fue banquetero y siempre se dedicó a la cocina. “Yo iba a ayudar a mi mamá a hacer la comida todos los días. Me gustaba, era entretenido. Además, era un momento de conversación. Esa es la gracia de una cocina, el tema de los aromas, sabores y compartir”, recuerda con una sonrisa.
Su padre hacía chocolate con chocolate belga en los años 90’, cuando nadie hacía. Buscaba esa perfección de los sabores, de cómo se sienten. Los domingos en su casa se encargaba de los almuerzos para 25 personas, entre parientes y amigos. Todos los domingos se cocinaba algo distinto. Ahí, Eduardo se impregnó de este lado gourmet.
Trabajó 15 años de arquitecto en una oficina. También desarrolló proyectos independientes y es algo que espera seguir haciendo. “Eso me abrió una veta artística que la he podido desarrollar en Pajarillo. Va más allá del gin mismo, que tiene que ser rico, sino que transformar la botella en un objeto deseable, que la gente diga: ¡es lindo, lo quiero tener porque es una joya!”, nos cuenta preparando un gin a su medida.
Reconoce que siempre pensó en gin al empezar a destilar porque es lo que tomaba, aparte de encontrar en él una versatilidad súper rica. Pero hay un hecho en particular que lo impulsa a fabricar, experimentar, cocinar. Su pareja tiene una enfermedad llamada Crohn. No puede comer cosas procesadas, porque todo eso termina irritando su sistema digestivo.
“Tratamos de hacer la mayoría de las cosas nosotros. Hicimos cerveza un tiempo, todos los años hacemos salsa de tomate, pesto, leche vegetal. Entonces, en esa búsqueda dijimos: si nos gusta el gin, podríamos hacer nuestro gin”, cuenta. Además, ella al ser de familia italiana, lleva la cocina en la sangre. “La cocina es el espacio que más compartimos, además de la pieza”, dice entre risas.
LADO B
De la versatilidad del gin a la versatilidad de él mismo. Siempre le gustó hacer arte, hacer muchas cosas diferentes. Desarrolló facetas de pintor, teatrales, musicales, incluso de magia.
Tuvo una banda entre el 2007 y el 2010, tocando en fiestas y bares. “Era un rock bailable y psicodélico”, recuerda observando el proceso de destilación.
Lo de la magia fue entremedio, estaba en primer año de universidad y conoció al pololo de una amiga. Él era mago y mientras hacía sus trucos quedaba loco, lo encontraba extraordinario. Quiso aprender y le pidió que le enseñara.
“Ahí hice un par de pegas, fui a unas comidas a hacer magia y cosas de ese tipo. Es entretenido, ahora que tengo un hijo de cuatro años le saco cosas de las orejas y está loco, cree que soy mago de verdad”, cuenta riendo con el resto del equipo presente en el taller.
EL CAMINO HACIA GIN PAJARILLO
Metódico y con ganas de aprender, como mencionamos anteriormente, tenía el objetivo de meterse en el mundo de la destilación. Buscó tutoriales en internet, aprendió las nociones más importantes del gin y se metió en junio de 2019 a una “masterclass” en Alambiques Chile.
En julio estaba destilando y para noviembre del año pasado ya tenía una receta consolidada como Pajarillo.
El gin es esencialmente enebro y de ahí se integran las sutilezas de cada uno de los botánicos que hace que sea único. Eso depende de la receta que uno haga, cómo te queda. En esa búsqueda botánica, Eduardo tenía unas bases. Quería cardamomo, jengibre y lavanda.
“La lavanda me encanta. Cuando trabajaba en la oficina de arquitectura y estaba medio estresado, sacaba unas lavandas que estaban cerca y me las llevaba para olerlas, me relajaban. De ese mismo lugar, que era una cuadra entera llena de lavandas, sacaba las lavandas para preparar Pajarillo.
Entonces, fui buscando en la ciudad qué era capaz de entregarme para poder hacer un gin. En mi casa tenía laurel, cedrón y romero. En el trayecto hacía mi casa había un naranjo. En la entrada del edificio de mi suegra había un limonero. Diferentes ámbitos de la ciudad me fueron proveyendo los botánicos”, dice mostrándonos semillas de enebro.
Eso era, un gin de ciudad, un gin urbano. No se fue a la Patagonia, ni al desierto a extraer los botánicos, los saca de nuestra capital. Lleva todos sus recuerdos y vivencias como ciudadano a la botella.
“Gin Pajarillo ‘47°’, el primer gin Wanderlust”. Este último concepto viene de un término alemán asociado a la pasión por caminar. “Si se fijan, la mayoría de las etiquetas de gin son blancas con letra negra y con un dibujito lindo. Ahí nos fuimos a la etiqueta amarilla, como una propuesta más urbana que era lo nuestro”, aclara. En ella, podemos observar un Chincol, que es un poco de dónde viene Pajarillo, además de utilizar una botella lo suficientemente transparente para transmitir la pureza del producto.
Un buen enganche también, es la reutilización que se le puede dar al envase en el que vienen algunas botellas que elaboran en formato más pequeño. La cajita se convierte en una pajarera, dándote la opción de hacer a Pajarillo parte de tu hogar y del medioambiente.
La pandemia fue un gran impulso para el negocio porque les permitió establecer la marca. A través de una estrategia de redes sociales, impulsaron ventas de e-commerce para abastecer a sus clientes. Ahora trabajan con mayoristas también, pero la fidelidad del cliente sigue presente. Le han ofrecido invertir en su negocio, pero lo toma con calma. Haciendo la analogía de que un Ferrari probablemente lo chocaría sin la experiencia de manejarlo, prefiere hacer su camino paso a paso y eso es lo que proyecta con su marca.
EL FUTURO DE GIN PAJARILLO
Si bien el gin fue con lo que partieron, pretenden hacer del taller un auténtico laboratorio. Probar, experimentar, inventar cosas.
“Vamos en ese camino, les doy un ejemplo: Un amigo, por la pandemia, se quedó con muchos litros de cerveza pinchados en su local y se iban a echar a perder. Le propuse destilarlos y los pusimos en barriles de roble. Ahora los saqué y los tengo en un envase con chips de roble para darle un poquito más ese toque”, cuenta dándonos a probar el producto, un lujo.
Tienen ganas de elaborar un whisky con un toque chileno. Una propuesta de envejecimiento del producto buscando algunas barricas de vino, pasarlo a barricas de roble francés de vino chileno para darle el añejamiento.
Ahora en diciembre están estrenando Pajarillo Negro. Un Santiago Dry Gin, haciendo la analogía con el London Dry Gin.
Tiene dos destilaciones, más botánicos y alcohol de mejor calidad. Toques a manzanilla, canela y pimienta negra. “La pimienta la pusimos arriba para que pique”, afirma.
Además, están experimentando con dejar una parte de Pajarillo Negro añejando en madera.
“Si logramos entender que la ciudad también es naturaleza, sería mucho más agradable para todos y podría seguir siendo ciudad. Pero lo entendemos como algo ajeno a la naturaleza, siendo que la naturaleza igual está. Gin Pajarillo es un recuerdo de aquello, que hay naturaleza en la ciudad. Vive, recolecta, está ahí, es naturaleza”.
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Texto por Lucas Avilés
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